MARCOS ALPERSOHN

Arribado a Buenos Aires el 23 de agosto de 1891, a bordo del vapor “Tioko” junto con otros trescientos inmigrantes judíos, Marcos Alpersohn es trasladado a Carlos Casares y de aquí a la Colonia Mauricio, de la cual fuera uno de los primeros integrantes.
Durante muchos años, desde los días de su llegada al país, fue recopilando pacientemente, con visión de cronista, datos, impresiones, recuerdos, que le sirvieron luego como base para la redacción de su obra. Este trabajo aparece publicado en Buenos Aires en tres volúmenes que llevan el título de “Colonia Mauricio” y fueron escritos en idisch. Algunos de los capítulos de esta obra, traducidos al castellano, integran varios ejemplares de la revista “Judaica” dirigida por Salomón Resnick.
La obra total ha sido vertida a otros idiomas y reeditada en Europa y Palestina.
LA OBRA
“Colonia Mauricio” abarca un período de más de tres décadas, los treinta primeros años de la colonización judía en la Argentina. El primer volumen corresponde a los siete años transcurridos entre el desembarco de los futuros colonos de Mauricio en 1891 y la muerte del Barón Mauricio Hirsch.
A diferencia de Boris Garfunkel, Marcos Alpersohn ha compuesto su obra contemporáneamente a los acontecimientos que relata; de este modo, cada uno de los capítulos es un cuadro vívido y transido de realidad donde el lector percibe de inmediato la espontaneidad con que han sido escritos y siente el calor de los sucesos narrados con la fogosidad propia del que los vive casi simultáneamente a su escritura.
En general, tanto la obra de Garfunkel como la de Alpersohn relatan los mismos acontecimientos de importancia para la vida de la colonia, pero mientras los de Garfunkel son vistos a través del recuerdo de los años, los de Alpersohn recogen con mayor ímpetu los mínimos aspectos de una situación determinada y la reconstruyen no sólo con fidelidad sino cargadas de los sentimientos que esta situación todavía provoca en su ánimo.
Podemos entonces hacer una diferencia que surge del estilo de cada uno de ellos, entre el lirismo de Garfunkel y el realismo de Alpersohn, si bien ambos respetan la realidad documentada.
La objetividad de Alpersohn deriva de una actitud fundamentalmente crítica frente a los hechos narrados y frente a los sucesos de la vida de la colonia.
Gran parte de los capítulos traducidos revelan su necesidad de testimoniar los aspectos negativos y positivos de la colonización: los problemas surgidos en la administración de la J.C.A., las injusticias sufridas por los colonos, las dificultades en la lucha contra la naturaleza, la miseria, el hambre, la falta de una vivienda digna en los primeros momentos de la vida en Mauricio, son algunos de los temas más frecuentes.
Es interesante observar en sus páginas la exactitud de la descripción de los protagonistas de la colonización, retratados con veracidad y hasta con humor en algunos casos. Siempre de acuerdo con su actitud crítica, Alpersohn se detiene a considerar la diferencia de mentalidad entre los colonos y describe por ejemplo los diferentes grupos que vivieron en Algarrobo y Alisa cuestionando la ortodoxia de unos y exaltando la libertad de otros: “Algarrobo y Elisa eran dos zonas distintas y parecían habitadas por dos tribus diferentes.
‘Judá’ e ‘Israel’ las denominaron nuestros talmudistas Berl Rabinovich y Leizer Nissensohn. En Algarrobo se concentraron casi todos los ortodoxos, judíos de amplias barbas intactas, gente para la cual el vino hecho con pasas de uva y el sábalo relleno para el día sábado, eran las necesidades supremas. Más les preocupaban las plegarias que ir detrás del arado”.
Alpersohn da suma importancia a las figuras de los administradores que se sucedieron en la colonia: el doctor Loewenthal, el señor David Cazés y otros son mostrados con agudeza y abundancia de rasgos; la relación de estos con los colonos es uno de los temas centrales de varios capítulos y la narración ágil y amena de cada uno de los acontecimientos revelan un escritor de excelentes condiciones en el manejo del relato breve o el cuadro de costumbres.
Fragmentos de la obra de Marcos Alpersohn “Colonia Mauricio”
“No existiendo a la sazón molinos de viento, había que extraer el agua de un jagüel, con un caballo que tiraba del balde, a la cincha, hasta llenar la batea. Como está prohibido cabalgar el día sábado, lo mismo que andar a pie o conducir el caballo por la brida, los Diner solían tener a sus bestias, sin abrevarlas, hasta bien entrada la noche. Mas, el ganado argentino, ignorante de las leyes mosaicas, protestaba, rugía, atacaba a los feligreses, estorbaba el servicio religioso. Y los más ancianos, esto es, los bueyes, se amoscaban del todo y en represalia, se negaban a beber al día siguiente.
La cosa andaba mal. ¿Qué hacer? Algunos jóvenes se decidieron a sacar por sí mismos, sin el auxilio del caballo, el pesado balde del jagüel, con tal de que los animales tuvieran agua. Pero uno de ellos, el más erudito, descubrió que aquello constituía un gran pecado, pues equivalía a un trabajo…”
Frag. de “Los colonos de Alisa y Algarrobo” de la Revista JUDAICA Nº 57- Buenos Aires- 1938Archivo Histórico – Carlos Casares

“El sábado por la noche nos congregábamos en los dos bellos bosquecillos que pertenecían a Weissman y a Roses. Allí tampoco faltaba Abraham Rosenfeld, de la escuela de enfrente, el cual venía con los suyos y entre todos armábamos pequeños conciertos. Rosenfeld decía alguna chuscada relativa a cada uno de los presentes, prodigaban los chistes y las rimas y todos nos desternillábamos de risa. Las muchachas cantaban y entre las alamedas de los espléndidos bosquecillos – de los cuales no quedan ahora ni rastros – la gente joven aprendía a bailar. Todos nos quedábamos extasiados y viendo cómo la juventud bailaba el ‘gato’. Y así pasábamos en sábado, pobres, semidesnudos y, sin embargo, alegres y contentos.”
Fragmento “Vecinos” de la revista JUDAICA Nº 55 - Buenos Aires – 1938

“Se abrió la puerta y apareció el señor David Cazés. Tendría entonces unos cuarenta años; de recia contextura, ancho de espaldas, con una gran barba negra, ojos obscuros y brillantes, su gallarda actitud tenía algo de majestuoso. Sobre sus gruesos labios carnosos dibujóse una sonrisa diplomática , significativa. Su negra levita, con la cinta de la Legión de Honor en el ojal, lo hacía más impresionante. Inclinóse ante el público, lo observó un instante con su mirada penetrante y lo dominó por un momento. La densa rueda se abrió, dándole paso libre junto con Brades.”
“El Director Cazés” – JUDAICA Nº58 – Bs.As.1938Archivo Histórico Carlos Casares

“Estos tres grupos cercanos, vecinos nuestros, mejoraron en gran parte y hasta endulzaron casi nuestra defectuosa vida social, cuya falta se venía haciendo sentir. Toda la semana estábamos absorbidos por el ¡Vamos, Castaño! ¡Vamos, Rubio! ¡Vamos, Garibaldi!.
A veces los bueyes hacían caso, otras se empacaban pese a todas las maniobras con la picana no se movían de su sitio. Entregados toda la semana al trajín de la labranza, revivíamos en cuanto llegaba el sábado.
Bien de mañana, después del mate, nos reuníamos en la casa de Ienkel Javes. Allí rezábamos, allí se hablaba de política y, a veces, se hacía negocio. Es decir, se hacían cambios: se trocaba el ‘Mazzini’, buey de surco, por ‘Napoleón’, pequeño orejero. En ocasiones se combinaban partidos matrimoniales. Samuel Tesler, del grupo Nº 54, se emparentó con Ienkel Edelman, del Nº 56, y el acontecimiento fue festejado fraternalmente.”
“Vecinos” – JUDAICA Nº 55, Buenos Aires,1938Archivo Histórico Carlos Casares

1 comentario:

Roberto dijo...

Hola, me interesa leer más sobre el tema. Mi consulta es la siguiente, hay una edición de 397 hojas del Archivo Centro Cultural "Joses Ingenieros", su contenido es el mismo que los 3 tomos que se publicaron originalmente? Saludos cordiales,
Roberto Liebenthal